lunes, 10 de noviembre de 2008

DEFINICIÓN

Es la etapa de la vida de una persona, que se inicia entre los 60 y 65 años de edad aproximadamente.

Existen denominaciones diversas que se utilizan, para referirse a las personas de semi avanzada y avanzada edad. Unos hablan de senectos; otros de ancianos; tercera edad; viejos, etcétera.

A medida que se envejece tienen lugar una serie de cambios fisiológicos, que implican a la mayoría de los sistemas corporales, por ejemplo, problemas de irrigación sanguínea, disminución de la eficacia respiratoria, léntigo senil “manchas de vejez”, etc., además la persona se enfrenta a cambios psicosociales importantes cómo la jubilación que requiere ajustes económicos y sociales, aumento de la dependencia en otras personas, adaptación a la pérdida de seres queridos y la muerte.

Estas limitaciones funcionales y problemas de salud pueden darse en mayor o menor medida aunque en esta etapa hay aspectos positivos, como la serenidad de juicio, la madurez y la experiencia. La senectud no debe verse como una etapa final sino como una etapa de maduración del ser humano.

El estado mental

En general el cerebro humano no se debilita con la edad, si una persona se mantiene intelectualmente activa lo normal es que durante toda su vida disfrute de una excelente salud mental.

La inteligencia y la capacidad de aprendizaje tampoco se alteran. Sin embargo, existen varios factores que inhiben el aprendizaje, cómo la ansiedad, algunas enfermedades, el dolor y la falta de memoria, ya que la capacidad para retener información si que se ve afectada por la edad, siendo la memoria a corto plazo a menudo menos eficaz.
Cuando el deterioro cognitivo interfiere con la vida rutinaria no se considera parte del envejecimiento normal, debe considerarse patológico y requiere una adecuada evaluación, diagnostico y tratamiento médico, ya que puede tratarse de una demencia.

Durante la vejez la persona experimenta una serie de situaciones desconocidas y difíciles a las que ha de adaptarse adecuadamente. Esto depende tanto de sus propias habilidades en el manejo y control de las mismas como del apoyo que la sociedad le brinde.

Se considera muy importante tomar conciencia de los mitos y prejuicios arraigados y reforzados por la representación social prevalente, que considera a la vejez como enfermedad, deterioro, minusvalía y déficit. Esto es aún más notable cuando el deterioro cognitivo, o ciertos cambios de la personalidad, son juzgados como parte normal del proceso del envejecimiento.

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